Wilczyński Nowele

Primera parte

La llegada de la noche  trajo el final de una triste ceremonia de despedida. Se oía el traqueteo de los carruajes contra el empedrado de la calle que llevaba al palacete. Frente a la fachada se iban apagando los relinchos de los caballos y las animadas conversaciones. Tras cerrarse la robusta verja de la entrada,  el chirrido de los candados fue el último sonido que se escuchó en la oscuridad que empezaba a caer. Se apagaron todas las luces, primero las de las avenidas del parque, después, las más cercanas al palacete, las de la entrada y las del portón central, con sus macizas puertas de roble. Finalmente, se hizo el más absoluto de los silencios.

Witek, que entonces contaba dieciséis años, solía quedar con sus amigos en la cafetería
Mercers de la calle Chmielna. Un pequeño grupo de ellos acabaron convirtiéndose en
habituales del local, conocidos por los empleados. Iban a la cafetería al menos tres veces a la
semana.

No les molestaba que en el lugar hubiera personas de diversas edades, de diferentes, a
veces controvertidas, ideologías y algunas de aspecto sospechoso. Solían sentarse en su grupo
y normalmente en su mesa preferida. Se habían fijado en que, además de ellos, en la cafetería
solía haber un señor mayor al que todos llamaban “Abuelo”. Este Abuelo algunas veces se
acercaba a otros clientes sujetando en la mano una pequeña caja que contenía un ajedrez y les
proponía una partida. La suma que les ofrecía oscilaba entre los diez y los quince zlotys,
dependiendo del estatus del cliente, es decir, de la edad y el aspecto que tuviera.

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Primera parte

Greg observó las amplias arterias desde la ventana de su apartamento, situado en elvigesimosegundo piso. Las vistas cotidianas de repente le parecían completamente ajenas. Los edificios, que parecían cajas de diferentes formas y colores, se erguían a los lados de las tiras negras pintadas aquí y allá con rayas blancas. Más allá, entre las líneas de asfalto que se cruzaban entre sí, había círculos que recordaban a un reloj sin agujas, que se movía en sentido contrario, de manera extraña.

Uno de ellos trabajaba sin cesar, mientras que otros, más complicados, se detenían durante breves instantes, para después reanudar el movimiento en dirección contraria y perpendicular guiados por unas luces verdes. El tráfico incrementaba y las tiras y los círculos latían con un torrente que se iba haciendo más denso en muchos puntos y que fluía ante sus ojos en direcciones completamente inesperadas.

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Primera parte

El tercer día de nuestra estancia en Andalucía, salimos los cuatro por la mañana desde Nerja para hacer un tour por el sur de España. El coche que hemos alquilado en el aeropuerto de Málaga no tiene ninguna pega. Primero, visitamos Gibraltar, en la que nos sorprende cómo está organizado el tráfico. La pista de salida y de aterrizaje en la península está cerrada con una barrera y discurre perpendicular a la pista de aterrizaje. Las vistas son preciosas. Subimos a la montaña en coche con toda la cara. Al final se acaba la carretera de la Montaña de Gibraltar, claramente señalado con una placa de metal y una manada de monos merodeando a su alrededor.